LA ALIMENTACION Y
LAS EMOCIONES
POR MONTSE BRADFORD
FUENTE CONSULTADA :
DIARIO LA VANGUARDIA
Escritora y experta
en nutrición y energética, esta barcelonesa defiende en su último libro, ‘La
alimentación y las emociones’, que existe una causa-efecto entre lo que
ingerimos y cómo nos sentimos después
Montse
Bradford, escritora y experta en nutrición y energética MB
Fundadora de varias
escuelas de cocina, esta barcelonesa de nacimiento, afincada en Londres desde
1978 hasta 2006 (ahora reside en la Ciudad Condal), ha dado clases en la
Escuela Universitaria de Enfermería y Fisioterapia Blanquerna e impartido
cursos por toda Europa y también por Sudamérica. Galardonada con el Premio
Verde 2008 (Fundación José Navarro) por su trabajo a favor de la alimentación
responsable y el desarrollo sostenible, ha escrito más de diez libros. El
último, La alimentación y las emociones.
Usted
defiende que ciertas emociones nos vienen dadas por lo que consumimos.
Tenemos que ver de
dónde vienen las emociones. ¿Las compramos en el supermercado? Las emociones
tienen dos orígenes. El pensamiento, lo que pensamos genera emociones, pero
también lo que comemos. Si tomo un vaso de agua o de whisky mis emociones serán
muy distintas. ¿Y por qué generarán distintas emociones? Porque atacarán a
diferentes órganos. Si yo ingiero alimentos que me bloquean el hígado, o la
vesícula biliar, tendré emociones de ira, cólera, agresividad, impaciencia…
porque cada órgano, dependiendo de si funciona bien o mal, genera unas u otras
emociones. Esto está totalmente constatado en la medicina china de hace tres o
cuatro mil años.
¿Cree usted
que el ciudadano de a pié tiene esta percepción?
Falta conciencia,
porque la alimentación no se ve desde esta perspectiva. Se mira desde un ángulo
muy primitivo. Sería el primer nivel alimenticio: ¿tengo hambre?, pues como lo
que sea, voy a un McDonald’s o donde me apetezca en ese momento. Habría dos
niveles más: el sensorial y el emocional. Las personas están vibrando en estos
tres niveles, nada más. Y tenemos que ir un poco más allá, al nivel de la
energía que provocan los alimentos. Porque con la alimentación podemos generar
salud o enfermedad. Es muy importante.
Usted
explica que el ser humano cuenta con tres cuerpos: físico, emocional y mental…
Efectivamente, y
cada uno de ellos necesita cosas diferentes. Las personas sólo identifican el
físico, el que vemos cada día en el espejo. En cambio, hay mucho miedo en
prestar atención al emocional. Nos pasamos años sin reciclar nuestras
emociones, bloqueando totalmente este cuerpo. También está el mental. Los
alimentos que necesita cada uno son distintos. No podemos darle chocolate al
emocional porque no funciona. Si el novio nos deja, comiendo chocolate no
haremos que vuelva. El único cuerpo que tiene sistema digestivo, dientes y
estómago es el físico. Al cuerpo emocional, por ejemplo, hay que alimentarlo,
sí, pero con emociones. Cada uno tendrá su método, a unos les gustará ir a
bailar, a otros ir a caminar por la playa… Acabamos alimentándolo, sin embargo,
con cosas físicas que no funcionan.
¿El
bienestar radicaría en conseguir un equilibrio entre todos ellos?
Sí. Yo siempre hago
la metáfora de los tres amigos que van por el camino de la vida cogidos de la
mano. Si los tres están más o menos equilibrados, y digo más o menos porque la
armonía absoluta no existe, sumarán un equipo y buscarán juntos la misma meta.
Sin embargo, si el cuerpo físico está debilitado, el emocional bloqueado, sobre
todo porque lo desconocemos, y el mental centrado en controlar nuestra vida, es
muy difícil conseguir ningún logro. Es lo que pasa hoy en día, falta de
claridad, la gente está desorientada y desconcertada. Empezar a conocer los
tres cuerpos, aunque sea poco a poco, sería muy importante.
¿Se puede
establecer una relación de causa-efecto entre lo que comemos y nuestro estado
de ánimo posterior?
Por descontado,
porque si yo como cosas que me están debilitando, que me están
desmineralizando, notaré efectos emocionales de desmotivación, de mucho frío,
no tendré ganas de hacer nada. Las personas estarán física, emocional y
mentalmente con estas energías de deficiencia. ¿Y cómo me desmineralizo? Pues
consumiendo alimentos que tienen un pH ácido. La tónica general de la sociedad
es que tenemos un hígado muy bloqueado y un riñón con muchas deficiencias, y el
riñón necesita minerales. Si no, aparecen las emociones negativas. La principal
emoción negativa del riñón es el miedo. Hoy en día tenemos miedo de todo. No
somos emprendedores, nos falta espíritu de aventura… La gente está muy ácida,
muy desmineralizada.
Precisamente, usted
explica en su libro que hay alimentos que generan una sangre ácida (con la que
construimos estrés, enfermedad y desequilibrio) y otros que, por el contrario,
la alcalinizan (con lo que obtenemos energía, vitalidad y salud)…
Exactamente. Es
fascinante. Podemos generar nuestro propio estado de ánimo. Somos los creadores
de nuestra vida, en todos los niveles de nuestro ser. Cómo escogemos pensar es
muy importante. Decíamos antes que una de las vías por la que se crean las
emociones es a través de los pensamientos. Pero claro, si injerimos whisky,
difícilmente podremos ser conscientes de nuestros pensamientos. La
alimentación, sin duda, es la número uno para darnos un poco más de
estabilidad, de armonía, de paz… y luego debemos mirar con tranquilidad la
calidad de nuestros pensamientos, que también forman emociones, por descontado.
También defiende que
hay alimentos con energía yin (chocolate, alcohol, estimulantes, azúcares,
levaduras artificiales…) que conducen a la hipersensibilidad, mientras que hay
otros, con energía yang (carne, jamón, embutidos, huevos…) que nos ponen tensos
y coléricos…
Así es. El alcohol, los
vinagres, los estimulantes… todo ello estimula al sistema nervioso generando
una energía falsa. Cuando una persona, a media tarde, se siente fatigada, busca
ingerir café, chocolate, beber una cola… en definitiva, generar una energía que
no tiene. Pero claro, si hacemos esto durante muchos meses acabaremos creando
una fibromialgia o una fatiga crónica, y es que estamos destruyendo la energía
de los riñones. Todos estos alimentos crean una energía de expansión. Nos
inflaman y nos desmineralizan. Nos dicen que tenemos que tomar mucha leche para
los huesos. Pero hay gente con osteoporosis que a pesar de haber tomado mucha
leche, y haber ingerido carne y queso, tienen este problema. Esta claro que no
deja de ser un tópico que se ha demostrado que no funciona.
Y la yang…
Son alimentos que
tensan, que acumulan. Son de grasas saturadas. Nos bloquean órganos como el
hígado, la vesícula biliar, el bazo, el páncreas y nos crean estas emociones de
mucha tensión, agresividad, cólera… en definitiva, emociones que se llaman de
exceso. Tenemos emociones de exceso, por una parte, y de deficiencia por otra,
como el miedo, la falta de autoconfianza, que nos dan, por ejemplo, los
azúcares refinados.
Según sus
explicaciones, abusar de productos yang nos conducirá irremediablemente hacia
la ingesta compulsiva de alimentos yin.
Efectivamente.
Cuando yo tomo una parte de alimentos con energía yang, alimentos que nos
tensan, quiero consciente o inconscientemente siete partes del extremo
contrario. Es lo que llamamos la rueda energética o el yoyó. No falla, cuando
tomo una parte de yang, quiero siete de yin. La gente dice “¿qué me pasa que no
puedo parar de comer chocolate?”. Y yo les digo, deja de comer huevos, jamón, y
verás cómo podrás dejar de comer chocolate.
¿La idea es
evitar productos con energía yin o yang para intentar alcanzar el bienestar? ¿O
comidos con moderación no tienen por qué ser dañinos para nuestro cuerpo?
Siempre nos llevarán
a un desequilibrio. Estos alimentos de grasas saturadas bloquean el hígado y
además no son el ejemplo de una alimentación sostenible. Tenemos en el planeta
7.000 millones de habitantes y debemos empezar a comer mucho más del reino
vegetal. El reino animal no es una alimentación sostenible. Hay 1.400 millones
de personas que no pueden comer ni beber nada. Y nosotros, en cambio, estamos
comiendo jamón y queso, por ejemplo. Tenemos que ser conscientes de ello. Hay
que tener en cuenta que para ‘cultivar’ un kilo de carne se necesitan 1.500
litros de agua, y todo ello para que, después, una familia lo ingiera en una
comida. Y esto sucede a la vez que hay personas que no pueden beber ni una gota
de agua. ¡Es alucinante! Nos estamos cargando el planeta. No podemos pensar
sólo en nosotros, sino también en las generaciones futuras. Necesitamos una alimentación
sostenible, sana, natural y energética, conociendo la energía de cada alimento.
En una
comida principal, dice usted, no puede faltar: cereales integrales en grano,
legumbres, un alga, una verdura verde y una pequeña porción de semillas o
frutos secos. Alguien podría decir, ¡qué aburrimiento!
En absoluto. Lo que
hacemos es volver a la vida natural. Empezar a comer lo que comían nuestros
abuelos. ¿Cuánto hace que apareció el donut? Tampoco hace tanto. Tenemos que
volver a la dieta de antes, a comer legumbres, verduras, piñones, nueces,
semillas, frutos secos, fruta de la temporada. Tampoco hace tanto que comíamos
esto. Lo que hay que hacer es comer los alimentos naturales de toda la vida,
los que necesitamos, pero de la forma que deseemos. Podemos hacer fideuás,
pizzas, hamburguesas, pero sin que sean de carne. Comemos lo que necesitamos en
la forma que deseamos y de esta manera el cuerpo emocional también esta
contento.
Pero
disfrutar de una buena mesa también puede generar emociones positivas…
Según lo que
entendamos por emociones positivas. Después de la comida de Navidad, las
vibraciones empiezan a subir y todos los comensales, durante la sobremesa,
creen tener la razón. Para mí esto no es positivo. Lo ideal es la armonía, la
tranquilidad, el silencio… para mí esto es armonía. Es verdad que el placer
sensorial existe y tiene relación con las emociones. Pero es por eso que te
puedes comer un fricandó, pero no de carne, sino, por ejemplo, de seitán. O una
lasaña. Yo hago una lasaña fenomenal. También hago donuts, pero no con azúcar,
sino con manzana, por ejemplo.
Hablaba
usted de vibraciones. Defiende que tanto los alimentos como los diferentes
cuerpos del ser humano (físico, mental y emocional) vibran de distinta manera…
Así es. El físico
vibra tan lentamente que lo podemos ver y tocar. El mental, por su parte, es la
torre de control. Vibra más rápido que la velocidad de la luz. Pensamos
mentalmente que vamos al Taj Mahal y hemos ido y venido. Es instantáneo. El
emocional no lo podemos ver, pero sí sentir. Cuando estamos mal emocionalmente
lo sentimos claramente. Éste no necesita ni chocolate ni alcohol ni nada por el
estilo, lo que pasa es que la gente los utiliza para evadirse.
¿Y es cuando
se resiente?
Evidentemente. Se
queja porque no tiene vibraciones de armonía. Está bloqueado porque nunca le
prestamos atención. Al cuerpo físico lo mimamos a diario, lo duchamos, lo
alimentamos… al emocional nunca lo hemos limpiado. Nunca hemos tenido en cuenta
las emociones bloqueadas. No vamos a un terapeuta para gestionarlas, no lo
hacemos. Ni tan siquiera las expresamos, escribiendo, por ejemplo. Hablo de
coger un papel y escribir cómo nos sentimos, o pintar, o ir a bailar… el caso
es que afloren de alguna forma. No lo hacemos, no lo depuramos, no lo limpiamos
cada día. Y el mental lo mismo. Vibra tan rápidamente que nos descontrola. Es
importante para gestionarlo el silencio, la paz, para poder observar esos
pensamientos que tenemos descontrolados. Todo el mundo tiene dos minutos al día
para detenerse, pero no lo hacemos. El alimento ideal para el cuerpo mental es
el agradecimiento, estar agradecidos con la vida.
A la hora de
cocinar, “no sabemos extraer el sabor dulce a los alimentos”, asegura usted.
Por eso, añade, buscamos la compensación en el postre…
Exactamente. En la
cocina mediterránea no hay dulzor.
Está usted
cuestionando un referente…
Pero es verdad. No
hay dulzura, en el plato, en la cocina mediterránea. Hay mucho salado, mucho
aceite, mucho picante y mucho ácido… pero dulzura no, en absoluto. Y claro, acabamos
de comer platos de esta cocina con tanto ajo, con tanto vinagre, que buscamos
el dulce en las natillas o en el flan. Y estos postres tienen mucho azúcar, y
de ahí los niños tan hiperactivos que tenemos. El sabor dulce está en el plato.
¿Y de dónde lo sacamos? Pues de las verduras dulces: calabaza, moniato,
zanahoria… todas son muy dulces. Y si las cocinamos durante mucho tiempo dan
una dulzura increíble. Cada gusto tonifica diferentes órganos del cuerpo.
Explíquemelo…
El sabor dulce nos
equilibra estómago, bazo y páncreas. Son órganos emocionales todos ellos, que
necesitan mucha dulzura y relax. Esta dulzura natural es muy importante, no me
canso de repetirlo. La gente esta muy estresada y le falta un poco de dulzura.
Cuando incorporemos esto a nuestro cuerpo, seguramente podremos relajarnos más
y contar con un poco más de armonía en nuestra vida. Si vamos por la vía del
azúcar, pues vemos el nivel de hiperactividad que tiene la gente. El azúcar nos
desmineraliza, nos afecta al sistema nervioso, además de dejarnos mal el riñón,
los huesos, etc. Ya vemos cómo están los niños de hiperactivos. Yo defiendo que
no existen por naturaleza niños hiperactivos. El niño actúa en función de la
energía que le damos. Si le damos una cola, pues actuará según la energía que
le produce este producto. Si no le damos este tipo de alimentación, estará como
un angelito. Tenemos que entender esto, es muy importante.
Hacía usted
referencia a cocinar con tiempo, algo de lo que carecen hoy en día muchas
personas…
Yo también tengo un
ritmo de vida muy ajetreado y como muy bien. Tenemos tiempo, lo que pasa es que
no lo dedicamos a la cocina. Lo empleamos, por ejemplo, para chatear. No
valoramos que a través de la comida podemos modificar la calidad de nuestra
sangre. Es cuestión de adquirir el hábito. Poner una olla de cereales supone un
minuto y medio, y tienes para tres días. Hacer un pescado a la plancha o
cocinar una verdura verde lleva tres minutos, es muy fácil. Poner una calabaza
al horno sí lleva más tiempo, pero tampoco tenemos que estar todo el rato
vigilándola. Realmente es muy fácil cuando se aprende. Lo que pasa es que la
gente quiere cambiar leyendo un libro, y para ello hace falta un instructor. Si
quiero aprender a conducir no puede hacerlo únicamente leyendo un manual,
necesito un instructor que me enseñe, porque si no después habrá carencias. La
gente vendrá y dirá “esto no funciona”, y sí que funciona, pero hay que
aprenderlo.
Leyendo su
libro, uno se da cuenta de que usted no es muy partidaria de las ensaladas o de
la fruta cruda. Incluso no le hace demasiada gracia la miel, cuando es un
alimento, según muchos expertos, tan nutritivo…
La fruta y la
ensaladas crudas sí las recomiendo, pero según para quien. A una persona que
tenga frío no se las aconsejaré. A Don Quijote, por ejemplo, no le recomendaré
comer mucha ensalada, porque está muy delgado. Pero a Sancho Panza sí, cada día
le daría una ensalada. Depende de la persona. Las ensaladas y todo lo crudo lo
que hace es enfriar mucho. A una persona con exceso de peso, que ha comido
mucha carne y que tiene un hígado muy bloqueado, que le reporta emociones de
exceso, de ira, de cólera, le irán de maravilla. En cambio, una persona que
esté decaída, con anemia, con osteoporosis, pues no se las recomiendo. La
cocina energética me aporta conocimiento y me da libertad para escoger. Yo no
soy partidaria de dietas, de prohibir. Yo explico los efectos que producen los
alimentos, luego que cada uno escoja.
Y con
respecto a la miel…
Cuando tomo una
cucharada de miel de abeja, a los treinta segundos tengo mucho calor. Esto me
está diciendo que este es un alimento que no transcurre por el sistema
digestivo, sino que va directamente al riego sanguíneo y me da una
hiperactividad al instante. ¿El día idóneo para tomar miel? El día que queramos
correr un maratón, no hay problema. Tomamos algo de miel y ganamos la carrera
(risas). Pero para el día a día no, porque nos dará mucha hiperactividad. Si
tomamos mucha, nos desmineraliza, porque todo aquello que da energía al momento
acidifica la sangre. Y cuando la tengo ácida, el pH cambia y el cuerpo busca
minerales de donde sea. Por eso yo no recomiendo tomar miel cada día, en
absoluto.
¿Qué le
diría a aquella persona que no acabe de estar convencida del método alimentario
que usted propone?
Que lo pruebe, que
lo siga durante seis meses. La gente que lo prueba gana en calidad de vida.
Gana en concentración, claridad mental, en ganas de hacer cosas, en perder peso
o ganarlo, si es necesario… No podemos opinar de algo si no se prueba, si no se
vive. Yo en mis clases doy libertad. Explico qué energía aporta cada alimento,
y luego la gente decide
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