lunes, 15 de abril de 2013

¿SON EFICACES LOS ALIMENTOS ENRIQUECIDOS?





¿Son eficaces los alimentos enriquecidos?


Desde la segunda mitad del siglo veinte, el propósito general de la alimentación en los países desarrollados ha sido objeto de un cambio drástico. Desde el objetivo inicial de alimentarse para satisfacer el hambre, se ha pasado a una alimentación basada en la seguridad; es decir proveer al organismo de los nutrientes necesarios que ofrezcan salud y eviten las enfermedades.
En consecuencia, se ha creado un nuevo concepto de nutrición que podríamos denominar alimentación saludable, y donde los alimentos funcionales cobran un importante papel, como es el caso de los alimentos enriquecidos.
Se trata de incrementar las propiedades nutricionales de ciertos alimentos con el fin de asegurar sus beneficios al alcance de un mayor número de la población. Objetivo que, como veremos, participa más de cierta propaganda comercial que de la propia realidad.


Entre los ejemplos más habituales hoy en día, podemos encontrar:
  • la leche enriquecida con calcio
  • los zumos de frutas con extra de vitamina C
  • cereales enriquecidos con fibra, etc…
Hacia los alimentos de diseño
Pero además, la tendencia pasa por añadir a los productos otros nutrientes que no tenían en su origen, o que tenían en cantidades muy pequeñas, como
  • leche enriquecida con flúor
  • zumos enriquecidos con leche
  • huevos con ácidos grasos omega
  • fiambre enriquecido con fibra, etc…

Más que tratarse de alimentos enriquecidos, son ya alimentos funcionales, cuya filosofía es la de ofrecer una ventaja saludable más allá de los puros efectos nutricionales.

Una dieta diversa en cantidades adecuadas puede aportar por sí sola los nutrientes precisos para una persona sana y normal.
La utilidad relativa de estos productos, podemos encontrarla en necesidades nutricionales de carencias específicas, o cuando se han adquirido hábitos incorrectos alimentarios muy difíciles de solucionar por otras vías.



Por término medio, la población española no tiene carencias significativas de los principales nutrientes, excepto de zinc. Eso no quiere decir que no existan personas concretas necesitadas de un aporte extra de nutrientes, ya sea porque su dieta no es equilibrada, ya sea porque su organismo atraviesa por una etapa más exigente de lo normal:
- Las mujeres en edad fértil suelen necesitar un aporte extra de hierro, para compensar la pérdida de sangre de la menstruación, que puede provocar anemia.
- Las mujeres embarazadas o las que amamantan a sus hijos necesitan, en general, aumentar su ingesta calórica y su dosis habitual de hierro, zinc, ácido fólico y calcio. La falta de ácido fólico puede influir en que el feto desarrolle espina bífida y contribuir a que la madre tenga anemia. La falta de calcio puede acarrear una debilitación del esqueleto de la madre, cuyas reservas de calcio deberán abastecer al feto en formación o al niño lactante.
- Los vegetarianos estrictos que hayan excluido de su dieta todo alimento de origen animal estarán faltos de vitamina B12.
- Las personas que siguen dietas hipocalóricas estrictas y recortan drásticamente su ingesta de alimentos pueden quedarse cortas en todo tipo de nutrientes.
- Los ancianos suelen tomar poca carne, fruta y verdura, y demasiados hidratos de carbono.
- Las personas que viven en zonas alejadas del mar y comen poco pescado, marisco y productos lácteos, pueden tener carencias de yodo, lo que puede provocar la aparición de bocio (la glándula tiroidea aumenta de tamaño y puede entorpecer la deglución , la respiración e, incluso, la circulación sanguínea). La falta de yodo también puede provocar lesiones cerebrales y retraso mental.
En todos estos casos, la mejor táctica es buscar el consejo del médico, que sabrá reconocer las carencias exactas y explicará el modo de solucionarlas (puede recomendar un cambio de dieta, recetar suplementos especiales e, incluso, aconsejar los alimentos enriquecidos).


Alimentos con antioxidantes capaces de retrasar el envejecimiento, bífidus milagrosos que potencian defensas, probióticos, zumos energéticos... ¿Realmente vale la pena gastarse el dinero en todos esos productos que, siendo realistas, empiezan a parecerse más a un medicamento que a un alimento?

El endocrino del Hospital de A Coruña y profesor de la Universidade da Coruña Fernando Cordido ha contestado a estas preguntas y más, recopiladas en el diario Faro de Vigo.
Quizás más de uno se lleve una sorpresa.



–El mercado ofrece cada vez más alimentos enriquecidos, ¿realmente son necesarios?

–En absoluto. Si seguimos una dieta variada y equilibrada ya ingerimos las vitaminas y minerales necesarios para el organismo. No hace falta recurrir a suplementos y de hecho tendremos más ventajas ya que normalmente los artículos más ricos en vitaminas tienen un menor aporte calórico y por tanto, previenen la obesidad.

–¿Cuál es la dieta ideal para no necesitar suplementos?

–A la hora de tener las vitaminas y minerales recomendados lo importante es consumir mucha fruta y productos lácteos. Pero el objetivo es que sea variada y para ello hay que tomar también cereales, carne, pescado y aceite de oliva.

–La nueva generación de alimentos promete numerosos beneficios para la salud pero, ¿es real su eficacia?

–En la mayoría de los casos no porque, pese a que incluyen componentes que se ha demostrado que son beneficiosos para la salud, extrapolan los datos y las dosis que ingerimos no se corresponden con las que realmente necesitaríamos tomar para que esa sustancia cumpliera su función. 



–Es decir, que en la mayoría de los casos tomar un yogur enriquecido no va a mejorar nuestro estado de salud.

–Efectivamente. La industria alimentaria trabaja para ofrecer artículos más sanos pero normalmente suelen tener muy poca base. Incluyen elementos saludables pero las dosis suelen ser mínimas.

–Algunos hasta garantizan que bajan el nivel de colesterol o la tensión arterial, refuerzan las defensas...

–No hay nada demostrado, lo único que sí está garantizado es que algunos yogures de beber pueden llegar a tener un efecto reductor contra el colesterol. Estos artículos sí tienen estudios detrás que confirman su eficacia. Lo mismo ocurre con los refrescos light o la leche desnatada, por ejemplo, está demostrado que como tienen menos calorías y grasa ayudan a no engordar. En este caso es muy importante que la gente mire las etiquetas de los productos, analice las calorías que un artículo tiene por cada 100 gramos y lo compare con otro que ya conoce para ver si le conviene.

–Pese a que su eficacia no está demostrada, cada vez más gente demanda estos productos.

–Sí, porque la población actual cada vez está más preocupada por su salud y la industria lo sabe. Ellos buscan ofrecer artículos más sanos pero, a veces, no es más que cuestión de marketing. Lo que está claro es que los alimentos funcionales no son productos milagro, no te vas a tomar uno y se te va a curar algo. Lo primero y más importante es comer sano. 



–¿La legislación española no obliga a controlar que lo que anuncian estos productos sea realmente cierto?

–Estos alimentos pasan unos controles como el de la Agencia de Seguridad Alimentaria pero claro, no están tan controlados como los medicamentos, en donde se hacen pruebas, ensayos clínicos que demuestran su eficacia. En la alimentación no hay este procesos. En Estados Unidos ocurrió con los suplementos vitamínicos. Casi no tenían controles y luego se descubrió que además de las vitaminas incluían sustancias no aconsejables.
                

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